En un garaje bastante hostil, que parece ser su hogar, el coño apretado de Isidas es azotado sin piedad, sus gritos son fuertes y resuenan en el enorme pasillo. Está hecha para arrodillarse; su boca está llena con una polla dura y dolorida; su cuerpo, respondiendo a la sensación de placer mezclándose con la del dolor.