Tengo un extraño fetiche por mis madrastras limpiando mi pene hasta correrme.No es solo una limpieza cualquiera, sino un fregado a fondo con agua y jabón, seguido de un suave masaje.La sensación de sus manos suaves en mi piel me estremece por la columna vertebral, haciéndome rocar con fuerza.No puedo evitar gemir mientras trabajan su magia, sus dedos explorando cada centímetro de mi miembro palpitante.La visión de sus guantes de látex en mi polla solo aumenta el erotismo de la escena.Es un juego morboso que jugamos, mi madrastro y yo, un placer prohibido que ambos anhelamos.A medida que crece la tensión, puedo sentirme al borde, mi cuerpo tembla con anticipación.Y luego, con un golpe final, me empuja sobre el acantilado, mi semen caliente estalla por todas sus manos limpias.Es una vista para contemplar, un testimonio de nuestro amor retorcido por este acto tabú.