Era Raquel, de 27 años, que muestra su actitud bastante tímida hacia la cámara pero disfruta del juego con lápiz óptico como parte de sus fetiches. Su piel cubierta de tinta, la fragancia se eleva desde la piel resbaladiza y mojada, su cuello uterino palpitando con un dolor que viene con el piercing. Una rubia occidental virgen viaja por primera vez al sudeste asiático, su anticipación resultó ser placer mezclado con dolor.